La 'escuela' madrileña de segundas oportunidades para jóvenes infractores: el 90% de los atendidos no reincide

  • La Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor madrileña atiende en 6 centros a más de 250 jóvenes. 
Imagen de archivo del interior del centro 'El Laurel', perteneciente a la Arrmi.
Imagen de archivo del interior del centro 'El Laurel', perteneciente a la Arrmi.
Jorge París
Imagen de archivo del interior del centro 'El Laurel', perteneciente a la Arrmi.

Cruzar el umbral del centro 'El Madroño', uno de los seis que forman la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (Arrmi) de la Comunidad de Madrid, supone dejar atrás una serie de prejuicios. Ni el centro es una suerte de cárcel ni proceden exclusivamente de familias desestructuradas o entornos deprimidos. Tampoco se trata de chavales irrecuperables para la sociedad. De hecho, nueve de cada diez no reinciden tras su paso por esta institución y muchos aprovechan su estancia para formarse. Algunos, a pesar de ser ya adolescentes, tienen aquí su primer contacto de éxito con los estudios.

Hasta los centros que dependen de la Arrmi -cinco en Madrid capital y uno en Brea de Tajo- llegan cada año decenas de chavales que han cometido una infracción y un juez de menores les ha impuesto una medida de internamiento, que puede ser de régimen cerrado, semiabierto (el mayoritario, con un porcentaje cercano al 70%) o abierto. Actualmente, hay 245 menores y jóvenes -han cumplido la mayoría de edad mientras cumplían lo dictado por la justicia y se quedan en los centros- en esta situación. Ocupan el 93% de las plazas que tiene la Administración: son 264 ampliables en 20 si fuera necesario. 

Prácticamente nueve de cada diez internos (el 86,5%) son chicos. De media, tienen 17 años de edad. El 61,6% son españoles y el resto, extranjeros procedentes de Marruecos, países de Iberoamérica, Rumanía y otros muy diversos como Croacia, Filipinas o Portugal, entre otros. La mayoría han cometido delitos contra el patrimonio, como robos con violencia, o están allí por maltratar a sus familiares. Son las infracciones más habituales, por las que son internados por periodos de 11 a 14 meses, habitualmente. 

La infracción penal no suele venir sola: consumo recurrente de drogas y alcohol en grandes cantidades, adicción a las nuevas tecnologías, desfases curriculares o comportamientos violentos son algunos de los 'cuadros' más comunes que sufren estos chavales.

Cada proceso de reforma es un mundo, pero todos pivotan sobre cuatro ejes, según explica Diego López, director gerente de la Arrmi. Estos son la individualización del tratamiento, la aplicación de programas de intervención especializados (por razón del delito, por ejemplo, porque no es lo mismo tratar con autores de una agresión sexual que con los responsables de un robo; pero también por los tratamientos de salud mental o desintoxicaciones), la implicación de las familias en el proceso reeducativo y la capacitación de los profesionales que los atienden. 

A diario trabajan con los chavales educadores sociales y psicólogos, por citar solo dos perfiles del personal de la agencia que funciona desde 2005. Pero también hay docentes y monitores. En 'El Madroño', por ejemplo, pueden cursar módulos de FP de Peluquería y también de Carpintería. "A pesar de ser adolescentes, muchos tienen aquí su primera experiencia formativa de éxito", cuenta Olga Garrido, la directora. Raúl Casas, uno de los coordinadores, asegura que el cambio es tal que adquieren hábitos que para ellos antes eran inexistentes, como el de lectura. En el centro hay biblioteca y se imparten talleres para animarles a leer.

Inversión de futuro

Además, está el deporte. "Es de vital importancia", destaca Miguel Martín, subdirector de 'El Madroño'. Les ayuda a canalizar energía, promueve el trabajo en equipo y les lleva a un ocio responsable a través de ligas intercentros, detalla. En 'El Madroño' tienen una pista multideportiva y una piscina. 

Preguntado sobre los fondos públicos que van a parar a estos recursos, Lorenzo Pedroche, director del área de coordinación de centros de ejecución de medidas judiciales de la Comunidad de Madrid y décadas de experiencia, lo tiene claro. "Todo lo que se invierte en estos chavales está bien invertido. Se evitan a la Administración gastos futuros muy importantes", asevera. 

Pedroche hace esta afirmación aludiendo a la elevada tasa de reforma que tiene la agencia: el 90% de los menores y jóvenes que pasan por algunos de sus centros no reinciden. Si no se intentara revertir sus comportamientos y volver a integrarlos en la sociedad, seguirían delinquiendo y acabarían ingresados en las cárceles. Trabajando con ellos, haciéndoles ver el reproche social y dándoles herramientas para su futuro, la inmensa mayoría acaba tomando el camino contrario al de la infracción penal.

Hay, por supuesto, un porcentaje que no aprovecha las herramientas que les da la Administración a través de la Arrmi. En no pocos de estos casos, suele de tratarse de menores y jóvenes que proceden de entornos conflictivos que no facilitan la reinserción. Son los menos, insisten los educadores, que también rechazan estereotipos sobre estos chicos: hasta los centros también llegan miembros de familias estructuradas, hijos de médicos, jueces o abogados.

Cualquiera puede llegar hasta allí si en un determinado momento toma una mala decisión... y todos pueden dejar atrás esos comportamientos y rehacer sus jóvenes trayectorias vitales si aprovechan la segunda oportunidad que se les brinda en estos recursos públicos.

Redactora '20minutos'

Estudié Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y conocí el oficio y el valor de la información local en 'Heraldo de Aragón'. Sigo aprendiendo cada día, ahora mientras escribo sobre la actualidad de la Comunidad de Madrid.

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